Poder y estado
Poder y estado
“El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.” Lord Acton
PARTE 1. La lógica colectivista, el poder y su ejercicio.
“El estado somos todos”, “el futuro es con todos”, “el país es de todos”, todos eslóganes que se repiten entre políticos, intelectuales y simpatizantes del amplio espectro colectivista. Rápidamente, quedan expuestas las contradicciones de estos eslóganes. Por ejemplo, si el Estado somos todos, ¿por qué los pensadores liberales diseñaron mecanismos para limitar su poder, mediante Constituciones?, o -citando a Rothbard- si el Estado somos todos y éste te persigue y asesina, siguiendo la idea colectivista ¿te estarías suicidando?
Centrémonos en este punto: ni yo, ni vos, gobernamos; solo una minúscula porción de la población lo hace. Lo que constituye la definición de casta, es decir: una minoría que detenta el poder, a costa de dominar a la amplia mayoría de la sociedad.
Si, es cierto, los políticos son elegidos democráticamente por la mayoría de electorado, pero como no deja de ser menos cierto, la mayoría no tiene por qué tener la verdad de las cosas.
En definitiva, como tantas veces se ha dicho, el Estado es la organización burocrática que ejerce el monopolio de la fuerza en un territorio determinado. Entonces, el PODER mismo y su ejercicio, terminan siendo la esencia de su actividad; como así también, defendernos y no ceder ante él, nuestra actividad prioritaria como ciudadanos.
Ya lo advertían distintos pensadores, particularmente en el siglo XVIII, cuando afirmaban que, para alcanzar el cenit de la civilización, hacía falta combatir tres grandes enemigos:
El fanatismo, la ignorancia y la ambición
Y para ello veían necesario promover, principalmente a través de la educación, la libertad entendida como cuando nuestra voluntad no está encadenada a la de otro.
La igualdad; pero no como la nivelación de los desiguales, sino como aquella que se obtiene en el reconocimiento de la capacidad de todos los hombres para el disfrute de los mismos derechos y obligaciones; es decir igualdad ante la ley. Y por último fraternidad, entendida como la reciproca y voluntaria adhesión entre los hombres, aquella solidaridad que surge espontáneamente.
Sin Libertad, aparece el despotismo y la servidumbre. Sin Igualdad ante la Ley, aparecen los privilegios Sin fraternidad voluntaria, aflora la envidia, el resentimiento y el odio en la sociedad.
Y si nos detenemos a analizar el accionar de los grupos colectivistas, inspirados en sus intelectuales, sus artistas y por último en sus políticos; vemos que viven una y otra vez, adoctrinando, monopolizando la idea de lo que es justo y verdadero en la sociedad humana, “en nombre del buenismo”, buscando el permanente conflicto y división social, para alcanzar el poder y claro está, no cederlo.
PARTE 2. El poder.
Como se obtiene
El poder siempre se alcanzó mediante la fuerza. Sea por la conquista o revoluciones. En
nuestras democracias modernas, se obtiene imponiendo la voluntad de la mayoría y para
seducir a la mayoría del electorado, se necesitan recursos; los cuales son obtenidos a través
del lobby y financiamiento de capitales privados -los denominados empresaurios-, interesados
en maximizar su ganancia gracias a lo que el poder les promete: eliminar la acción de la libre
competencia de mercado, para que sus emprendimientos sean rentables ofreciendo los peores
servicios, al precio más caro.
Como se ejerce
El poder se ejerce mediante la sanción de nuevas regulaciones, trabas al comercio, licencias y el contralor sobre estas medidas, y así, ocurren dos fenómenos:
primero, la totalidad de la sociedad se empobrece al pagar más caro por bienes de menor calidad y segundo, las regulaciones establecen una barrera, un muro que cada vez menos agentes de la economía
pueden sortear para mantener sus proyectos o para llevar adelante nuevos emprendimientos.
Todo lo que se resuelve en una sistemática destrucción del futuro, una sociedad cada vez más
empobrecida, con peores incentivos y necesitada de mayor de asistencialismo estatal.
Como se mantiene
El poder se mantiene, controlando que el humor de esa mayoría se mantenga del lado del gobierno. Ya hemos visto que, como lo definía Rothbard, se requerir una activa aprobación o también una pasiva resignación, pero lo que no puede el poder tolerar es el cuestionamiento.
Y para ello, también se necesitan recursos.
Siguiendo las líneas tratadas anteriormente, podemos dividir la sociedad en tres grupos. Un sector minoritario pero poderoso: los empresaurios, que influye y se beneficia parasitando, empobreciendo a los demás.
Un segundo sector que se somete a la competencia e intenta generar riqueza, es decir acumular capital, a través de la maraña de regulación y trabas al progreso.
Y, por último, un tercer sector, el más numeroso, que, imposibilitado de ahorro, intenta acceder al consumo, lo que logra en su mayor parte, a través de la asistencia del propio Estado.
Así que, en esta suerte de pirámide, encontramos dos grupos que dependen del Estado para subsistir y perpetuarse (uno consciente de la situación, el otro ignorándola) y un tercero, de donde el Estado obtiene su mayor cantidad de recursos a través de los impuestos y fiscalización y multas.
El sector al que más oprime, ya que es el sector más expuesto a esta realidad que describimos; el más próximo al despertar ante la explotación de la planificación central de la burocracia.
Por lo que no es tan extraño para estas ideologías privilegiar a un criminal, antes que a una
víctima. Recuerden que es la aceptación -o resignación- de la mayoría, a lo que aspira el poder
para mantenerse.
La correa siempre se ajusta más fuerte al que más se necesita oprimir.
Más de derecha, más de izquierda, más autoritario o menos, este es el modelo en el que vivimos los últimos dos siglos, en particular, desde que se empezó a formar el concepto de “justicia social” y “Estado de bienestar” desde el 1880 y principalmente luego de la “Gran depresión” en la década del 20.
PARTE 3. La Argentina hoy.
Analizando a la Argentina de hoy, vemos que la situación actual ha acelerado los tiempos y resentido el clima del “humor social”.
El sector Pyme o clase media, no está produciendo, por ende, el 80% de los trabajadores registrados no reciben ingresos, entonces no consumen y cada vez queman más capital acumulado, viendo cada vez más su caída y pérdida de autonomía.
Si este sector Pyme no consume, el empresaurio no puede colocar sus bienes caros y de mala calidad, lo que lo lleva a ejercer aún más presión de lobby regulatorio. Si estos dos grupos no comercian, el estado recauda menos y en consecuencia, no puede asistir a los sectores más vulnerables (que son la mayoría y justamente es la mayoría lo que se necesita para alcanzar y mantener el poder).
Salvo que recurra a mayor endeudamiento – algo imposible tras un nuevo default- o a la ya conocida emisión monetaria. Recurso ya agotado tras 18 años de abusar de este mecanismo y con el riesgo cierto de una hiperinflación moderna.
El sector mayoritario de la población – y en continuo crecimiento, para beneplácito del propio Estado- se encuentra con varias situaciones: salarios más bajos por la caída de la
productividad, imposibilidad de recurrir al mercado informal por la cuarentena y una fuerte
pérdida del poder adquisitivo del subsidio del Estado por la inflación, ingreso qué pasa a
convertirse en el único disponible.
El sentido común indicaría que se debería hacer todo lo posible para generar un shock de productividad genuina. Y esto se lograría eliminando regulaciones, bajando impuestos y principalmente el gasto público. Mientras más riqueza circule y se acumule en el sector privado y más emprendimientos se sometan a una verdadera libre competencia, habrá más y mejor empleo y salarios, lo que sacará a cada vez más gente de la vulnerabilidad y dependencia del Estado.
Pero claro, esta sería la lógica del sentido común. La lógica del Estado y sus cortesanos es
completamente diferente, porque su objetivo es el poder. Un punto tan trascendental, como
ignorado por la gran mayoría de la sociedad.
¿Qué hace Argentina? Y no desde el 2020, sino recurrentemente desde casi un siglo: crea impuestos, aumenta el gasto; financia el déficit a través de emisión de moneda fiat, sin medir las consecuencias inflacionarias; reprime severamente a la clase media y mira para otro lado en las zonas donde se desarrolla el mercado negro. Favorece a los empresaurios con subsidios y gravámenes aduaneros y líneas de crédito subsidiadas, mientras abandona acuerdos de libre comercio; establece precios máximos, mientras clausura locales y por sobre todas las cosas, hoy en 2020, establece un férreo control sobre los focos de cuestionamiento al propio Estado.
Resumiendo un loop, un ciclo permanente de decadencia y empobrecimiento. Un ciclo que solo puede romperse si se recuperan los valores de libertad, igualdad ante la ley y respeto por la propiedad privada de cada individuo.
Parte 4. El Estado de vigilancia.
Quis custodiet ipsos custodes? (¿Quién custodia a los vigilantes?) Juvenal
Es fundamental para el propio estado y más en una situación como la presente, donde se empieza a fracturar el mismísimo relato de su rol y su necesidad, acallar las voces disidentes. Para ello, se ha establecido un relato único, cuasi incuestionable, dejando solamente una dosis de disidencia controlada ante los casos grotescos de inoperancia o corrupción (como el viernes negro de los jubilados o la compra de insumos y alimentos con sobreprecios).
Pero la madre de todas las batallas contra la libertad de expresión es en otro campo: las redes
sociales.
Primero, se persigue y especialmente promueve, la denuncia entre los mismos ciudadanos, de
lo denominado “Fake news”. Es decir, todo aquello que el propio Estado considera falso o
contrario a sus fines. Visto de otro modo, una “fake News” es aquello que contradiga lo que
Estado establece como “verdad ”. Cualquier semejanza con la ficción orwelliana, les aseguro
que no es coincidencia.
Para citar un ejemplo, redes sociales han censurado publicaciones que contradigan declaraciones de la OMS. La misma organización que informaba en enero que la enfermedad no se transmitía entre seres humanos. O sea, decir en enero que la enfermedad era contagiosa entre humanos hubiera sido una “Fake News”.
En otras épocas, recordemos, afirmar que la tierra era redonda o giraba alrededor de sol, era considerado también una fake news, y el castigo era perder la vida en la hoguera. Parecería que siempre les ha resultado a los colectivistas más importante el statu quo, que la verdad misma.
Tras 2001, gracias a la divulgación de Julián Assange y Edward Snowden, todos supimos que nuestras conversaciones estaban siendo monitoreadas “por nuestro seguridad”. Hoy el sueño húmedo de los colectivistas, es decir los enemigos de la libertad, es que nuestras expresiones y declaraciones públicas tengan el sello de aprobado de la burocracia y todo nuevamente, con la excusa de que “es por nuestro propio bien”, porque los que piensan distinto “alteran el accionar del estado”
Nos acercamos a momentos donde solo estará permitida la introspección de nuestras ideas, porque nuestro logos, nuestro verbo individual, único y particular, ya no podrá expresarse libremente, sin temor a una represalia y, si cada vez menos voces se escuchan por la libertad, al final, solo quedará el sonido de un pesado y resignado silencio, mientras recorremos con prisa y sin pausa, el camino hacia la servidumbre absoluta.
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